30/11/16

Poema de María Lyda Canoso


CUANDO HUYE EL DÍA​

salvo los sueños 
pero también sé que eso no es verdadero     que con el primer rayo de luz se desvanece 
y termina por desaparecer en remolino 

 las puertas se clausuran     quedo a merced de mi decisión de atravesar o no el puente del abismo 

 atrapar esa palabra que se me escurre     
del otro lado me espera algo     no sé muy bien    qué es    pero me atrae  

debo decirte que me atrae tanto que ni siquiera me asomo a la barandilla     tal como no me acercaba a la barandilla del barco     temo a esa atracción  

hay una zona mía no revelada     
ni siquiera a mí misma     siendo que yo soy quien me administra    
estoy hablando de esa cara oscura de mi luna 

entonces vivo haciendo cálculos de si cuantos días o más noches atravesaré el puente     con este peso 
trato de no caerme al agua 

el alambre está tenso     
he frotado con tiza las suelas de mis zapatillas para no resbalar 


hacia ambos lados es el abismo              
sé también que es difícil pasar sin que se advierta 

más aún si llevo esta carga pesada 

ni siquiera el humor    ni siquiera el amor      pueden con tanta sensación de agobio  
quizá no te resulte sencillo leerme 

menos     entenderme



© María Lyda Canoso

Poema de Alejo González Prandi

  
EL MUERTO 

ya no puedo volver
fue sencillo abandonar el mundo
silenciar las palabras
vivir a través de las voces de las cosas
fue tan grave y romántico
descubrir que en la soledad
un muerto
puede fundar una poesía


© Alejo González Prandi

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Poema de María Ángeles Pérez López


La destrucción, el óxido, la herrumbre,
la exacta dimensión de la derrota
y su extenso respiro aniquilado,
las largas chimeneas de las fábricas
habitando en su misma desazón
o el peso vertical con que las piedras
caen a la tierra madre que las vio desprenderse
para iniciar su viaje solitario,
a su modo nos traen el cuerpo de la herida,
esa forma imposible de no desmoronarse,
de caer contra el suelo abiertas en canal,
de pronto desmigadas,
no nutricias.

Porque sé que la vida es tan hermosa
con su luz de septiembre contra el aire
y el amor infinito por los pájaros,
pero a pesar de todo yo no puedo
atender sino al resto de materia
que se ha vuelto una forma de reproche,
hollín, grasa o rebaba de cemento,
el verdín de las cúpulas de Viena
y ese oscuro quejido que trae el deterioro
si de verdad me importa en las personas,
si las cosas son solo una metáfora
imperfecta y estúpida al hablar
del arañazo rojo de la carne
que fue feliz en tiempos más sencillos
y ahora es espina, aguja o alfiler
con que dejar el corazón atravesado.


© María Ángeles Pérez López

Poema de Valeria Pariso




“La bomba late
como si fuera un corazón”
Silvia Arazi

Ahora/ el ojo aprendió a fingir que no ve. Y
la mano derecha aprendió a
fingir/ que no escribe lo que el ojo
finge que no ve./ Todo el cuerpo se presta
a este ritual de hacer que no. / Unidad ciega/
si no fuese/ porque queda afuera/ el corazón/
que como una bomba/ una gran bomba/
atenta y temeraria/ late.


© Valeria Pariso

Poema de Diego L. García



decir el precio del pan arruinaría
la cadencia de salón las voces
de la bolsa etiquetada “recursos
para la escenografía poética” tampoco
el precio del pan como remera
autografiada de consignas
para el buen maquillaje de la palabra
el precio del pan nada entre peces de fuego
como un blues recitado a la velocidad
de la sabiduría periodística
redáctase en la crónica
lo que sobra
lo que nombra
lo que no


© Diego García

Poema de Claudia Ainchil



LA MEMORIA

En un rincón confidencial
mas que secreto, surcado por lo íntimo
la memoria arrolla con desenvoltura.
Son buhardillas humedecidas
extensión inabarcable
y no una reciente languidez de esa estación
desmantelada por otros
llámese mundo externo.
Ama del ayer, poseedora de la ruptura con el olvido
aquello que existió nada podrá deshacerlo
ya ocupa un territorio
son contraseñas sacudiendo argumentos
disputas por salvar espacios del debe y el haber
o hallar en las miradas un comienzo
como cuando el corazón era seducido por el amor.
Dueña de los hechos sucedidos.
Presencia activa y copiosa.
Esencia vital que me permite infinitos
ser como soy
simplemente...


© Claudia Ainchil

Poema de Carolina Zamudio


Un poco antes de caer al sueño

De día establezco manzanas en rituales
parábolas descifro en el nuevo día.
La obligación señala con el índice
las horas ofrendadas a promesas de madurez ajena
a propias ofrendas de promesas
verdes de no cumplirse.
Un poco antes de caer al sueño
afloran sombras piadosas que aquietan
y algo bueno encuentran aquí.
Un poco antes de caer al sueño, casi
premonitorios crecen
el ideal de los anhelos personales
la certeza de la madurez ajena
por la que siembro palabras.
Silencio.
Y es un poco antes de que el día
se digne morir
cuando un círculo se cierra.


© Carolina Zamudio

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Poema de Nilda Barba


eco del eco
dice que el sauce que no está fue plantado
y llora en el jardín vacío que no es cárcel
aunque el alambre clausura cinco vueltas
candados y más
veces de las veces que nadie movió la tierra
que no merecía la pala intacta y necia
el hoyo que nunca se cavó
para nada
yacía el sol en el pequeño vacío


© Nilda Barba

Poema de Carlos Carbone



BCAPOEIRA

                “Felices los flexibles” (JUAN ANTONIO GONZALEZ IGLESIAS)

Bailar y luchar
filosofía para vivir
música de sorprendente pureza
canticos para vencer , para tomar fuerzas
los hoy maginados
 ayer esclavos
               bailan
flexibles bailan
felices bailan
tienen el cuerpo veloz
preparado
atento para el gran salto
un pie en el cielo
otro en la tierra
listos para el combate
acróbatas fatales
belleza para jugar
cuerpo diseñado para danzar
saltar
hasta el horizonte
y más.


© Carlos Carbone

Poema de Vilma Sastre


CUANDO ME ARREPIENTA  
                                                 
Cuando me arrepienta de mis crímenes te enviaré un telegrama. 
Vendrás vestido de blanco -  Virgilio Piñera

cuando me arrepienta
de mis atavíos
ese flirteo patético
con el espejo que se abre en contorno cruel
        ¿soy bonita?

de la audacia de tantos ojos
      sopesando
este dolor sin derramar una gota (rímel)
      mis  huesos lo soportan

de mi madre sobre la cómoda
sonriéndome
su mano acaricia al perro
que a su vez sonríe también
                      en el retrato
(no encuentro clavelinas para su regazo)

de  escritorios insomnes
por horas días años vida
sin que los demás (sólo para  los que no amo)
disfruten mi no presencia
había tantas señales que  ¿importa ahora?
intento vano como la lluvia en la ciudad

de la mentira (neutra)
que arde a hurtadillas
garganta en mano
y te envuelve con la luz que seas
puro fuego fatuo
 (son mis nervaduras)

de mirar como se pierde el sol
y  perderse de verlo  por dejarse ver
no se recibe vuelvan otro día no hay nadie
(o por lo menos idéntico a mí)

de esa ingenua costumbre
tejer apasionadamente
y destejer de pronto  ante el
     mínimo ronroneo exterior
para deshacerme sin ruidos
¿la víctima goza en su putrefacción?

me veo aquí adentro
abriendo los umbrales
que salga todo a la intemperie
y
allá afuera
mi boca
que no cesa de hablar

que se vayan vistiendo


© Vilma Sastre

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Poema de Sandra Pien



Haiku a mi patria

Llanura cielo y agua
en mi ojos.
Paciencia verde
pampa infinita.  


© Sandra Pien

29/11/16

Poema de María Teresa Andruetto


Lección de piano

Brilla el asfalto como un vestido de seda
bajo las luces de un teatro. Otra vez marzo
en la avenida que lleva a la maestra de piano.
La llovizna humedece los silos, la alameda,
la resaca de la noche en el billar. Alguien
seca al sol las fachadas de laja en las casas
del centro. Levantan puntos de media
las chicas de Los Vascos y el verano
peina el pelo en colas de caballo. Cuando
sea grande, seré concertista, dice a todos
la niña que va a piano. Serás profesora,
dice la madre a la vuelta de los años. Piensa
en eso la niña mientras muerde la madera
del piano. Va su pensamiento lejos del pueblo,
más allá de la maestra y del verano


© María Teresa Andruetto

Poema de Máximo Ballester




Árboles que hubieran nacido
para ser nada más que árboles y no madera,
como caballos, sólo para ser caballos pastando
y corriendo por una pradera florecida.
Árboles como árboles, no como hombres.


© Máximo Ballester

Poema narrativo de Mónica Cazón


Golpe bajo

se repite tu voz que nada le disgusta, pura risa y hortensias que comenzaste a detestar luego del engaño. Quién iba a suponer que esas flores silvestres en la corteza de los árboles, denunciaban la primavera de tu lágrima. Joven y madura, como el azafrán, que nace rápido y al poco tiempo se marchita. Y  las estatuas que rodaron por la plaza principal, al lado de la calesita y sus vueltas, que sin embargo, no nos hacían olvidar la herida mortal. Justo cuando la muchacha alejandrina se borraba de tu rostro y éramos un montículo de gente, creyéndose feliz. 


© Mónica Cazón

Poema de Griselda Pereyra


Un  destello 

Pasó como un destello,
             aunque éramos seres sin tiempo,
                          corriendo tan livianos
                                     y con la esencia blanca.
             Un destello,
                         nuestra infancia.


© Griselda Pereyra

Poema de Cynthia Rascovsky

                
                    Tu boca 

Tu boca inyectó mi licencia
haciéndome dependiente.

Tu boca alimento mi suspiro
haciéndome jugo de mis huesos.

Tu boca se adueño de mis manos
haciéndome propietaria de tu cuerpo.

Tu boca se hizo mía
en cada labio/boca
                en cada labio/boca
                                          de mi vicio.


© Cynthia Rascovsky

Poema de Cecilia Glanzmann



   
A  ANTONIO  MACHADO

                                   A Sonia Jones de Juan


Ah, Machado,
el recordado Antonio Machado castellano,
tuviste tus encinas y tus chopos
tu frescor del Duero
y las colinas de embrujo castellano
como yo
mis estrellas mesetarias.

Ni castellano tú
ni patagónica yo
y tan hijo de Castilla has sido y eres
como yo lo soy de mi sur costero americano.

Pero,¿sabes?
el viejo río conoce de secretos
                   y me ha dicho
que es un espejo de lunas
                   el arraigo.
Tus chopos y encinares
se me han vuelto mis mesetas cotidianas
tus colinas, mis bardas
tu Duero,    mi Chubut amado
                   y el Tercero de mi Córdoba añorada,
y el aroma puro de tus soledades castellanas
este mismo de mi pampa y mi meseta.

Es un espejo de lunas el arraigo.


© Cecilia Glanzmann

Poema de Gabriela Pais


Aeropuerto 

Que sean los gendarmes quienes cuiden las fronteras y los vientos.
Hoy
el verde conduce esta ruta femenina:
saberes ancestrales,
 la madre;
hay que saber, hay que sanar, acariciándola como si fuese una niña
que comienza a amarse y  reconocerse por sus bordes
como si hubiese sido una escultura de piedra.

La recuperación estética alumbra una gruta,
sagrada tierra blanda, firme como tierra firme,
muñeca de barro y piel.
Fluyen los dedos o las maracas por las aristas
buscando el agua,
la corriente emocional.
El cuerpo, ese extraño compañero hecho de agua.
Cualidad y cremas el movimiento de la gran sacerdotisa,
lo que se moldea y adquiere forma en las manos del artista
como si el cuerpo fuese barro y las emociones pudiesen moldearse..
Manitos cuidan, embellecen el adentro,
poros abiertos hacia el centro de lo aérea que soy;
bello adentro el adentro
vientos y tempestades  la ternura que siempre fue;
se refleja en los rostros de otras violencias y máscaras,
ex,
sesos de generosidad, dar amor sin límite,
la medida y la balanza o el perfume,
la avaricia,
dos caras de la misma moneda
cuando de dar se trata
en tierras de matriarcas
que no aprendieron a recibir.

Para arrojar luz en esta ruta se solicita la propiedad del pétalo
lluvia mansa acaricia, penetra picante en secretos piedra,
 la piel el reverso en la revelación.

Lluvia humedad, presión ojos, el entrecejo,
caricia, colonia de rosas,
como el nombre de mi madre,
sabe a aceitunas, a champaña
e instrumentos de vientos como el jazz
este adentrase sin miedo a lo oscuro.

Hay jardín en las abuelas; pensamientos y margaritas,
las huertas de otras abuelas,
 las manos de la cosmiatra,
y mi madre, verde los ojos de mi madre,
que llueven esta lluvia de pétalos y sahumerios
de templos y talismanes donde habitar el descenso
de un largo y doloroso viaje.
Obediencia de dar la herencia del ser femenino.

¿Descansar finalmente?
Si es que se pudiera acaso
sin morir latiendo
como los corazones de los donantes
o las madres.

Flores ámbar coronan, clausuran lo que se revela en el bar,
dar  gotas  miel,  humedad a los pétalos,
canal hacia abajo,
hacia la puerta de entrada a casa
que fue forzada por  ladrones cobardes
mientras dormía o callaba
o viajaba
o volvía
de lágrimas ajenas
u otras leyendas,
a tiempo.

Es el camino del regreso para quien sabe:
violencias, traiciones, asesinatos, muertes naturales,
mordeduras tajantes y otras hierbas,
pero es el pétalo el camino de la fuente,
el olor a talquito, a semillas de lino, a esmalte.

Es en la estética de la peluquería donde hay  rutas a tierra,
aterrizaje hechicero; hambrienta luz la belleza que se expresa.
El centro es femenino,
suave lo que domina o blando en el lenguaje sapiencial
de la filosofía, pues su madre es ella, lo que de ella hay
en  esta tarde de perros peluqueros
y pintores violentos.

Nunca más será extranjera en su tierra,
ni humillada, ni asesina asesinada
ni muerta en un hogar que no sea pertenencia,
doliente duelada la mujer que necesitaba cuidar,
dar más que recibir en calidad de madre,
recibir en cualidad de mujer
aquello signado por la herencia.

Resucitado  canal da luz, a luz, viva voz la Poeta que nombra y entra despojada del miedo, viento o aire que penetra los pulmones del mundo.
Sean benditas las palabras.
Hay aeropuerto en un Bar de Barracas.
Es pétalo con un pelo precioso.
Entra a casa, escribe: ¿quién soy en las mujeres que me habitan? ¿Qué hay de mi en la tradición de curanderas de palabra y sanadoras profanas?

 Soy la que soy, dice.

El fuego sagrado en la Gran Sala se enciende
asciende envolvente la naturaleza del amor
y habita los rincones de la casa
iluminada, ahora, con su aura.

Los gendarmes  reportan el incidente,
molesto fenómeno atmosférico
este saber acerca de la naturaleza de los vientos
y los contornos.



© Gabriela Pais

Poema de Amalia Mercedes Abaria


Ráfagas

Rafagas de un corazón herido
cielo extendido de gris
raíces,
franjas como venas
refugio de una alondra
que despide la tarde.



© Amalia M.Abaria

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Poema de Xenia Mora


DIBUJAN MIS OJOS TU ROSTRO 

Dibujan mis ojos tu rostro
en la última luz de la tarde.
Voy con mis pies descalzos
sangrando esquirlas de congoja. 

Me estremece la duda
desde el pedregal del río,
añoro la caricia de los sauces
vastedad de tus manos puras. 

Se humedece el jazmín de mis versos
sin poder encontrar tu huella.
Un tristísimo presagio me espanta
y aquieta mis latidos. 

Solaz de mi vida,
en tu arbolar acúname
que soy hoja a la deriva
anhelando tu sosiego
y torna pronto
ribera de mi espalda
que estoy tiritando ausencia.



© Xenia Mora Rucabado

28/11/16

Texto de Norma Starke

  
ELLA SE PEINA

Como un gato lamiendo su pelaje, ella con una mano acaricia parte de su melena .  Con la  otra sostiene un peine irregular y desparejo. Lo arrastra desde el comienzo de la frente hasta  el final de los cabellos crecidos a fuerza de nunca cortarlos. Acomoda el espejo esquivando las manchas de humedad, ordena la mata haciendo una raya donde equidisten ambas franjas del pelo.
El le ha preguntado algo y ella apenas si hace un gesto subiendo ambos hombros al mismo tiempo.
Frente al espejo, mira sin mirar. Ubica sobre cada hombro una cantidad de pelo exactamente igual a la otra, alisa los  rulos como alisaría sus pensamientos, sus recuerdos, estirándolos hasta hacerlos desaparecer.
Recostado contra el marco de la puerta, él la observa esperando una respuesta. Mira hacia el patio de baldosas, un poco más allá, los macetones pintados de rojo y blanco piden otra pintura, los  malvones  florecen a tientas entre el polvo y los yuyos.  Sólo escucha el chasquido del peine de madera y formas extrañas, sacudiéndose en el aire. Entre los dientes del peine de formas desparejas la mata enredada de pelo azulino atrapa toda la atención de ella. Al trasluz la mata enredada entre los dientes del peine de formas desparejas empareja todo de gris.
La voz ronca y apagada por un mínimo instante.
-ahora no-
Es una respuesta, quizá la extensión de los recuerdos enredados entre los dientes del peine.
Él acomoda los pantalones de un dudoso azul descolorido, ajusta el cinturón más abajo del vientre y se dice a sí mismo en silencio:
-Tampoco mañana -
Todos los días luego de levantarse, luego de enjuagar su cara una y otra vez con agua fría. Todos los días repite ante el espejo el mismo ritual. Estira los pensamientos, los recuerdos frente al espejo con un peine llamado tiempo, estira el cabello negro, lo ata en dos franjas iguales y simétricas, luego separa cada parte en tres cruzando, entrecruzando hasta lograr primero una y luego otra trenza. Cada día toma una de las cintas y las ata entre su pelo. Al final del día, desatará y desanudará lo que la paciencia y el hábito lograron temprano. Luego más tarde, antes de acostarse lo atará en una sola cola larga.
Ella se peina. Frente al espejo, mira sin mirar.


© Norma Starke

Poema de Leticia Hernando


Acá los dioses están llenos de cosas 

III

Llegamos con la lengua del conquistador cosida a los labios.
“Gringas”, nos dicen, cuando cierran las ventanas
o abren sólo para nosotras el almacén
y comprendo:
no sabemos pronunciar el verdadero nombre de los dioses
ni torcer su voluntad.


© Leticia Hernando

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Texto de Ricardo Gutiérrez




He roto mi palabra en un murmullo de otro nombre. He roto las cascaras de mis predicas y he puesto sobre la mesa un fragmento de agonía. He dicho que mis dichos serán la carnada de un secreto, la mordaza en la boca de un anochecer, la tenaza que arrancará del sueño su exactitud. Ahora, las creencias y la orfandad se repugnan, las aves y los abismos son iguales, los puños del misterio se abren como cabritos en la cruz, y el poema, repleto de palabras astilladas, se escribe a sí mismo una rapsodia en el destierro de sus huellas.


© Ricardo Gutiérrez

Poema de Graciela N. Barbero




ARTE POÉTICA

En el fondo del pozo
la poesía es escalera
Cada  verso, un peldaño
grito alado despeja   ruinas.

La poesía  vino que se paladea
 embriaga
medusa  la piel
uvas negras en la boca

La palabra no es adorno
La palabra dice
extrae astillas
 libera.

El poeta es  calle
alarido de silencio
paño de sangre
La muerte   en su cama
fecunda el abismo
y en el lodazal
aguarda
hasta parir el poema.


© Graciela N. Barbero

Poema de Nora Coria



Perfección

Enigmas revelados,
cerrados acertijos,
razones descubiertas
y signos sibilinos,
bocetos de certezas,
anónimos diseños,
cifrados desaciertos,
designios clandestinos:
perfecciones del destino.



© Nora Coria

27/11/16

Poema de David Sorbille


El jardín de nuestras vidas 

                               A Silvia  

“Y lo que la vida quiere del poema, 
ella lo hace” 
Raúl Gustavo Aguirre 

El jardín de nuestras vidas 
está sereno y fértil 
mientras el verde se confunde 
con la tierra removida por tus manos 
mezcladas con las mías 
en el tiempo en que las cosas 
se logran o se pierden 
sin dejar rastro alguno 
en tanto podo las ramas inservibles 
y siento la brisa que nos invita 
a olvidarnos del mundo 
y con tus cabellos 
dibujar alegremente 
espigas de cristal.


© David Sorbille

Poema de Edda Sartori


PERSÉFONE
Perséfone a la orilla del río

ella cree en los jardines colgantes los verdes vuelos la rosa que suspende de la espina reina
cree en algunas semillas de mi cuerpo
en las tormentas desvaídas
de mi memoria
en los vacíos donde rugen
                               las aspas

                     (aunque aún
                       no ha visitado
                       el mínimo establo
                       no ha sumergido su desnudez
                       dentro del ojo
                       esquivo
                       del océano)

ella cree se muta en la espesura del sol
en las aguas eléctricas cuando
cimbra
su eternidad
ella nace en mi arteria
día a día
pequeño retoño
del antiguo grito de las cuevas
crece
desplazándome mientras          
me arrastro
por esos corrales

                                   ahí
buscamos
el diente semillero
la roja roja fruta
para agotar su jugo
de nuevo
ella y yo
para
agotarlo


© Edda Sartori